martes, 7 de febrero de 2012

Nacer

Es sábado, Son las 9am y mi esposa se levantó como cualquier día, pero algo raro nota al sentir que algo como líquido corre por sus piernas, se fija y divisa dos pequeños hilos rojos de sangre y de consistencia gelatinosa. Un dolor tenue se desliza desde su espalda hacia su vientre haciéndole gestar una mueca en su rostro. Me llama en un tono de voz preocupada, debido a que en meses anteriores existió el peligro de una amenaza de aborto y estuvo ingresada en sala de emergencia por varios días, me le acerco y nerviosa me señala con el dedo los dos hilos de sangre y me dice que se le vienen dolores tenues pero muy frecuentes, yo la quedo viendo y presiento su nervio timido, emociones ya esperada e irrefutable aviso que la hora ya había llegado. Sin mas apuro le hago saber que debe bañarse e ir al médico para descartar cualquier amenaza o afianzar mi experiencia de que ya era hora. Nos disponemos a ir al puesto médico mas cercano con los documentos de rigor, la sala estaba llena de pacientes procurando salir lo mas antes posible, disgustados, quejandose del servicio, niños llorando contispados o con fiebre, llenos de trapos húmedos para bajar la temperatura, y nosotros sorprendidos y resignados a esperar, pero la enfermera de turno al ver el estado gravido y el sentido común nos hizo pasar lo mas pronto posible ante la mirada molesta de los ya cansados de esperar. La doctora de turno nos hace ingresar al área de observación de ginecología y afianza mi experiencia de que ya inicio el motor del parto y que presenta 1cm de dilatación. Emocionados y nerviosos nos quedamos viendo y ya con la certeza nos disponemos a trasladarnos al hospital materno infantil. Ya son las 7pm del sábado y llegamos al hospital, con maletas en mano la vi entrar a sala de emergencia y yo empiezo a gozar de una banca fria, dura e incomoda, mi próxima cama por las siguientes horas. Divisando a otros en mi misma situación me acostumbro al hecho de desvelo total. Bienvenidos zancudos disfruten mi sangre mientras resido en éste hotel 5 estrellas. A pocos metros está la sala de labor y parto dónde se ven entrar a las candidatas al parto con su boleto de entrada en su vientre quiénes luchan por salir a éste mundo y ansiosos los acompañantes esperando el llamado de rigor, la ropita del bebé de la paciente tal. Pasan las horas y mi espalda resiente la suavidad de mi cama improvisada, la ironía del piso que me sirve de lecho, me asomo y preguntó por mi esposa y me hacen pasar diez minutos antes que lleguen los médicos a valorar, entro y las habitaciones llenas a rebose de futuras mamás, diviso a la mía y la veo un poco pálida, sudando y raro porque ahí el aire acondicionado a tope, le insto a no desfallecer, le impregno de valor y ánimos, un beso robado y mi mirada llena de un brillo que hace ocho años no tenía cuando nació mi segundo hijo o como hace diez años nació mi primogénito y ese día una vez mas mis ojos brillaron tal cual luna llena. Ya afuera el reloj me grita que son las 3am del domingo y mi esposa me anuncia que ya rompió fuente y mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho pensando que ya veré a mi hijo. El reloj vuelve a susurrarme que son las ocho y mi valiente ya sale con rumbo a la sala de parto y me apego a su lado con las maletas listas y mis emociones a punto de ebullir, pasan 20 minutos y la frase de coro, le paso la ropita y me dirijo a sala de puerperio inmediato a recibir a la mujer que me regala una vez mas una inmensa alegria de tener en mis brazos el fruto de nuestra unión. Su olor me es usual su color de piel, sus facciones y gestos, su llanto son detalles que el mas caro ultrasonido no puede dar. Bienvenido hijo mío, tu presencia es para nosotros deliciosa y rebosante de luz. Bendito seas Axel.

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